En 1893 los alemanes Julio Meyer y Herman Llöwenberg, radicados en la ciudad de Chihuahua, inauguraron una fábrica de ropa ubicada en la avenida Libertad y calle Quinta, a la que denominaron “La Paz”. Un par de años después el español Federico Sisniega compró sus acciones a este par de inversionistas y tomó la dirección de la fábrica.

La Paz se convirtió en el referente de modernización que el Presidente Porfirio Díaz quería para México. Las concesiones del Gobernador Miguel Ahumada fueron aprovechadas por los socios de la compañía, logrando adquirir en Nueva Jersey 45 máquinas de coser Singer, las cuales funcionaban gracias a un motor de gasolina de 9 caballos. En 1902 las instalaciones fueron remodeladas y se construyeron habitaciones, caballerizas y un almacén para el algodón que era proveído por la fábrica Bellavista, propiedad también de Federico Sisniega. Para ese entonces La Paz ya era considerada una de las fábricas de ropa más grandes y exitosas del país. Contaba con un departamento de corte, un taller de costura, en el que se utilizaban 225 máquinas, además de la ojalera y la colocadora de botones; un salón de planchados y el taller de colchas. Para 1906 se producían gabardinas para obreros, camisas de manta o seda cruda y pantalones de mezclilla, llegando a generar una producción anual de 10 mil docenas de piezas de ropa que se exportaban hasta Yucatán, Missuri y Nuevo México, con un valor de 200 000 pesos.

La Paz fue la compañía que más personal llegó a ocupar en un solo lugar en el estado, en 1906 concentraba a 250 mujeres que ganaban entre 75 centavos y 1.25 pesos, y a 40 hombres que ganaban de 1 a 10 pesos. Las constantes inversiones para modernizar a la compañía le permitieron especializarse en la producción de prendas para el trabajo, principalmente para la minería, pero sin descuidar otras áreas, así como dedicarse a la producción por mayoreo y no por encargo.